Cuentos: Mujeres Grises
Iba de pie, sostenida en el respaldo de uno de los asientos ¡Dios mío tanta gente! –Pensé – al lado del chofer había un puesto vacío y al frente se podía leer con claridad un cartel “sólo para chicas”, miré a mí alrededor, había varias mujeres, ninguna era tan chica y yo… tampoco, el puesto siguió vacío. Pegada al vidrio de la puerta estaba Mafalda, que con la bocota abierta grita ¡córrase hacia atrás! Dónde carajo me iba a correr – Pensé – si aquí no hay lugar ni para una sardina más. Alguien grito: ¡Parada!... aquello se convirtió en una estrujadera, codos que le perforaban a una las costillas, carteras, maletines y ¿qué se yo? De alguna manera, había que esquivarse de aquello para no perder un ojo. A una señora, se le enredaron los cabellos en los botones de alguna camisa, y la pobre daba gritos. Bajaron unas cuantas personas y logré apoderarme de un asiento, ¡respiré profundo!... Podía ver al chofer, manipulaba tremendo equipo de sonido, se escuchaba la música, una sa