Cuentos: Mujeres Grises

Iba de pie, sostenida en el respaldo de uno de los asientos ¡Dios mío tanta gente! –Pensé – al lado del chofer había un puesto vacío y al frente se podía leer con claridad un cartel “sólo para chicas”, miré a mí alrededor, había varias mujeres, ninguna era tan chica y yo… tampoco, el puesto siguió vacío.
Pegada al vidrio de la puerta estaba Mafalda, que con la bocota abierta grita ¡córrase hacia atrás! Dónde carajo me iba a correr
– Pensé – si aquí no hay lugar ni para una sardina más.
 Alguien grito: ¡Parada!... aquello se convirtió en una estrujadera, codos que le perforaban a una las costillas, carteras, maletines y ¿qué se yo? De alguna manera, había que esquivarse de aquello para no perder un ojo.

A una señora, se le enredaron los cabellos en los botones de alguna camisa, y la pobre daba gritos.
Bajaron unas cuantas personas y logré apoderarme de un asiento, ¡respiré profundo!... Podía ver al chofer, manipulaba tremendo equipo de sonido, se escuchaba la música, una salsa… ¡No, no se juega así con el amor de nadie!… la va a pagar. No, no se juega así… ¡tienes que pagar!...
El chofer, contorsionaba sus hombros al ritmo de la salsa.
Miré por la ventanilla… estábamos justo frente al Capitolio, convulsionado de buhoneros armando tarantines, mujeres grises se elevan por el aire…, cuerpos desnudos sobrevuelan de un lugar a otro… sin cabezas, con cabezas, sin cabellos, sin miradas… bustos con sostenes, algunas, ya de pie, luciendo seductoras ropas. Aquella… tirada boca abajo, su cuerpo desnudo de contorneadas caderas, a la espera que su dueño, seleccione para ella alguna vestimenta insinuadora.
Todo… parecían escenas  de las películas de Buñuel o, un cuadro de Salvador Dalí…

Katerina Femayor

Septiembre 2007

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