Cuentos: ¿Los Restos del Mesías?



Entre un despliegue de meticulosos detalles, sacando a relucir la imaginación, presentaron el pesebre en casa de mi hermana, eso fue el año anterior, porque ahora, en las navidades del 2012 las cosas resultaron totalmente diferentes.  

A San José y la virgen, resguardados por una íntima comitiva, galardonada por supuesto, por la mula y el buey, les fue concedido en la acogedora casa de mi hermana, un lugar de privilegio, y precisamente, cuando en medio de una gran alharaca mediática, se debatían, la presencia o no, de estos mansos animales en el portal. 

La controversia surge desde la reciente publicación del libro “La infancia de Jesús”, del Papa Benedicto XVI, pero cuando se dijo, que el Papa había dicho, todo lo contrario a lo que supuestamente afirmaban que había dicho, además de ratificar que, Benedicto, jamás había dicho lo que dicen que dijo, las cosas comienzan a estar claras. 

Por eso, entre tanto alboroto armado, y que si la mula y el buey fueron suprimidos del pesebre, que ella, en un grito al cielo y aferrada a San Francisco de Asís, dijo – ¡Pues no! –en mí pesebre a ninguno de los dos les quitarán su puesto. Y allí estaban, ambos rozagantes y echados para resguardar al niño Dios.    

Bueno, mejor dicho a la espera de su llegada. Porque resulta que Julia, mi hermana, sin la más mínima sospecha, de la extraña situación en la que se vería involucrada al decidir que el nicho, hasta las doce de la noche permaneciese vacío, pero también el momento en el que, inmediatamente tomaría posesión el niño Dios. 

Y uno tras otro van aconteciendo los hechos, porque cuando las doce campanadas anunciaron la natividad, el tiempo arrancó a correr pero el nicho seguía vacío, hasta que alguien se percató, que el niño estaba ausente.
Entonces comenzó una búsqueda, en la que cada vez más se aseveraba que estaba desaparecido. Y aún, cuando las ideas en la mente de mi hermana, saltaban de un lugar a otro, pero nada, las horas pasaban y el niño no aparecía. 

Como en esa casa, cada recuerdito de bautizo, de matrimonio, nacimiento y pare usted de contar las cosas que van cayendo en nuestras manos, pues aquí, cada uno sin excepción va tomando su lugar, de manera tal que, puede uno conseguir muñequitos por todos lados. Aquello, aparentemente se pudo considerar como una gran ventaja, porque en medio de la desesperada búsqueda, alguien se topó con uno que provocó su atención, y que, considerando su carácter de infante, a modo de apaciguar la atribulada situación, propuso a todos y en especial pues, a la señora de la casa, para que el párvulo tomara posesión del nicho. 

Esa noche, la alegría y el desorden tomaron de nuevo su lugar, sin faltar los que embelesados, contemplaban, cómo aquella figurilla de porcelana, completamente trajeada de marinero, hasta con gorra de marinero, con las piernas de carabina, sus zapatos de marinero y ocupando ahora, el lugar del niño Jesús.

Hasta ahora las cosas no presentan trascendencia, pero resulta que, sorpresivamente, la tarde del 30 de diciembre, aparece el verdadero mocito ¡Qué alegría apareció el niño perdido! pero ante la cesantía del marinero, mi hermana se detuvo en seco. Un remordimiento moral le corría por todo el cuerpo que, únicamente se le ocurrió, colocarlo paradito por un lado del nicho.



Katerina Femayor
Enero 2013

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