Cuentos: El Piso 11



Llegamos al piso once. Menos mal que fui el último en salir del ascensor, porque cuando entramos al apartamento se armó tremenda algarabía, me deslicé chusiaito hacia una pared para pasar desapercibido, pero podía ver y escuchar todo… abrazos por aquí, abrazos por allá, niñitos que se atravesaban y se halaban por los brazos, preguntas y comentarios:
¡Que beeellos están los niños!… ¿Y ustedes como que no pensaban venir?...
¡Niiiña, ese look te queda espectacular!... ¿Dónde te lo hiciste?, preguntaba una, que por cierto estaba bien maiziá y las lonjas le colgaban, la miré con disimulo y al ratico la vi anotando la dirección del estilista que le dio la amiga o prima… no sé.

Porque ya habrán notado ustedes que yo no era pato de esa laguna – ¿quién me manda? – pensé – Eso me pasa por asomao y dejarme manipular por mi amigo Luís, porque aquí y que me iba a encontrar con unas chamas bellísimas – me dijo – ¡tronco e vaina me dejé echar con este pana! Hasta comencé a sentir un cosquilleo sentimentaloide por no haberme quedado con mi mamá y mi papá allá en casa de mi tía. ¿Qué hago yo aquí?, pensé. Si yo siempre lo he pasado con ellos…
¡Ay… pero miren al muchachito!... ¡qué bello está! Y el carajito entrompao volteaba la cara para otro lado.
Eché un vistazo a mí alrededor. – ¡Qué gentío! – Este apartamento es mínimo… un vagón del Metro ¿Qué diferencia hay? Y pensar que dejé aquella terrazota de mi tía y con vista panorámica de luces multicolores, con esa lluvia de fuegos artificiales que venían del cielo, ¿cómo es que dice mi tía?... juegos ¿piriotécnicos?… creo.
Bueno hermano, allí no se veía ni se oía música por ningún lado y yo, sentado en un rincón, que de paso no me atrevía a pararme, porque seguro que me quitaban el banquito donde estaba sentado y haciéndome el loco con un vaso de güisqui en la mano, que me había brindado una de las viejas de allí y el bicho ya estaba aguao de tanto que lo movía, tú sabes, tratando de estirarlo porque nadie me paraba bola… ¡con una sonrisita de pendejo!...
A alguien se le ocurrió prender un aparatico de esos portátiles, al bicho le subieron el volumen y la música retumbaba… “yo no olvido al año viejo porque me ha dejao cosas muy buenas”… Salió una vieja de buen ver, como dice mi papá, y empezó a soltá pasos, halando a uno de los tipos por el brazo para que bailara con ella y el bejuco dándosela de duro se la sacudía, se ve que era el esposo, ¡pero la tipa le echó una mirada!… que del tiro el hombre dejó en una bandeja el trozo de jamón que se iba a comer y se pusieron a bailar, más atrás salió otra pareja haciendo aguajes de figuras y contorsiones coreográficas, y se gritaban entre ellos ¡esooo… vaya… anjáaa! Así empezaron a alborotarse y animarse.

¡Peeerro...! de pronto comenzaron a entrar mujeres…, sí, mujeres, no chamas, qué va, nada que ver, ¡mujeres mi hermano! Yo no podía decir cual era más bonita… ¡tremendas piernas!, con unos pantaloncitos que deben estar de moda, ¡pero qué moda mi hermano!, yo estaba como apendejiao y sin poder fijar la vista, porque aquello era ojos por cualquier lado.
¡Por fin apareció mi pana Luís!, que ya me tenía nervioso porque desde que entramos al apartamento se desapareció, que hasta llegué a creer que me había echado el carro, el bicho andaba todo desgreñao diciendo que se había quedado dormido viendo la tele. ¡Eso sí!, una de las “bellezas” que había entrado lo traía enlazado del brazo ¡Mira hermano!... Cuando me dijo:
–Te presento a mi prima –, ¡y esa chama se me acercó y me soltó un besito en el cachete!… a mí me entró una tulunguera por el pecho, que se me atragantó en plena garganta, ¡qué dulzura mi hermano!… Esa muchacha se buscó un banquito y se sentó a mi lado, yo no sé cuánto tiempo estuvimos allí, sentaditos, uno al lado del otro, conversamos ¡no me preguntes qué!, porque ni yo mismo lo sé.
Solo logré espabilarme cuando ese caramelote se puso de pie y fue en ese momento cuando escuché… “faltan cinco pa las doce el año va a terminar… me voy corriendo a mi casa a abrazar a mi mamá”…
No hermano, no… el que escribió eso está pelao… ¿tú crees que yo, faltando cinco pa las doce, voy a salir corriendo como un ceniciento y dejar esa hermosura para irme a abrazar a mi mamá? ¡No mamita!... ¡perdóname! pero eso no se hace.


Katerina Femayor
02- 01- 2008

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